Las crisis empresariales pasan por una desafortunada concepción del desarrollo de las personas que trabajan en ellas. Inicialmente privilegiamos el conocimiento experto por encima de cualquier otra competencia en los trabajadores y, si bien es cierto que su presencia es un innegable factor de éxito, también lo es que el enfocar todos los esfuerzos en ese tipo de conocimiento, puede llevar al fracaso más estrepitoso.

Recientemente hemos sido testigos de las hecatombes producidas en el mundo por esta realidad, bancos cerrados, plantas de producción clausuradas, flotas de navegación aérea parqueadas en los hangares, bolsas de valores en crisis inesperadas y no calculadas.
Detrás de todo esto está el hecho de que nos hemos negado a concebir el desarrollo de una manera distinta y, probablemente, más productiva.

Es hora de arriesgarnos a ampliar nuestra visión del tema y aplicarlo en nuestras empresas para probar su impacto.

El desarrollo debe ser concebido como el incremento sistémico, significativo y deliberado de la efectividad.

Sistémico en tanto garantice una comprensión de los distintos fenómenos organizacionales, que permita concebir al individuo trabajador en su debida importancia como persona, a la vez que se le vea como integrante y participante activo en la sostenibilidad del negocio.

Significativo, pues se debe basar en lo que tiene valor para los individuos que conforman la empresa, con el fin de mantener un alto grado de integridad en todos los comportamientos y relaciones de la empresa al interior y hacia el exterior de ella.

Deliberado, en tanto requiere el compromiso permanente de todos y cada uno de los miembros de la empresa.

La efectividad, puede ser concebida como la conjunción dinámica de la eficacia y la efectividad. Desde la perspectiva del resultado, tradicionalmente utilizada en las organizaciones, la eficacia se entiende como el logro de los resultados esperados y la eficiencia como la administración adecuada de los recursos que permiten alcanzar las metas. Sin embargo, el uso de esta perspectiva ha conllevado a los resultados ya mencionados en las empresas.

Por el contrario, si la efectividad se trabaja desde la perspectiva del principio, en la cual se responde a las preguntas: - ¿qué origina el logro de los resultados en un ser humano? y ¿qué origina la adecuada administración de los recursos? -, se estará garantizando un desarrollo organizacional sostenible.

Desde esta perspectiva, el origen más profundo del logro en un ser humano está en el sentido; cuando una persona realiza una acción que para él tiene sentido, el camino del logro está despejado. En el segundo caso, el origen de la administración de los recursos, se sitúa en el esfuerzo, la única variable que un ser humano puede controlar en y dentro de él. Por lo tanto, la efectividad se da cuando realizamos esfuerzos con sentido.

Por eso la única manera de incrementar el nivel de desarrollo, en todos los ámbitos, individual, grupal, empresarial, social, ambiental, mundial, universal, es si incrementamos los esfuerzos con sentido.

JESÚS ANTONIO MUÑOZ C.* / Especial para PORTAFOLIO
* Profesor Educación Ejecutiva- Facultad de Administración, Universidad de los Andes.

Articulo tomado de la edicion de portafolio.com.co del 22-Sep-09.

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